19/03/2024
Opinión

Tras las huellas de Antonio de Osorio (parte IX)

El sentimiento, que aún a principio de siglo XIX, existía de manera dispersa, en la parte este de la isla y que había hecho asomo, tanto en la Guerra de la Reconquista como en la Independencia Efímera, ya alcanzaba la madurez, estaba listo para cosechar la libertad y la autodeterminación, que otros pueblos habían alcanzado en el continente americano.

El escenario estaba listo, para la entrada de Duarte, sus compañeros y la fundación de la sociedad secreta: La Trinitaria en 1838. Habían transcurrido 336 años del inicio de la colonización, y 232 años, de las Devastaciones de Osorio, de 1605-06.

El pueblo al que Duarte guió a la independencia fue aquel, en el que el legado del proceso colonizador, prendió y se desarrolló, un pueblo que aquilató la educación, apoyándose en la unidad lingüística; para hacer suyos, los conocimientos del colonizador. Fue un pueblo que asumió la religión del amo, para hacerse depositario de la promesa y guía espiritual del cristianismo.

Esta parte del resultado del roce, entre colonizador y colonizado, fue lo que fracasó, en la colonia francesa. La falta de conexión, entre el pueblo y la cultura de su metrópoli, dio como resultado, un pueblo prisionero de sus impulsos primitivos.

La gran proeza de Duarte y el grupo de jóvenes que hubo de acompañarle, en cuanto al sentimiento dominicanista, generado con el paso del tiempo, fue darle forma, colocarlo en un contexto político, crear un órgano que lo represente; la Trinitaria y un vehículo que le difunda; La Filantrópica.

Fue común, entre ellos, tener acceso a documentos, en su idioma, que le ponían en contacto con el pensamiento y los eventos político, nacionales e internacionales, más trascendente, de su época.

Así conocimos: El manifiesto de la independencia Efímera, El manifiesto del 16 de enero de 1844 y luego nuestra primera constitución, del 6 de noviembre de 1844.

Algo que era impensable, que ocurriera en Haití. Allí se proclamó una constitución, en francés, que solo podía ser leída por un 7 por ciento de la población. Aún hoy, el pueblo haitiano mantiene una situación semejante, a la de los días de su independencia, hace 213 años; y aún, la gran mayoría del pueblo haitiano, ignora el sentido y contenido de su constitución.

El cristianismo católico, ocupaba un lugar de primer orden, en la estructura ideológica de los trinitarios, tanto que el juramento que le compromete con la causa, independentista, abre el discurso con la frase: “En nombre de la santísima augustisima e indivisible trinidad de dios omnipotente”.

Igualmente, se ve reflejado, en el cierre del Manifiesto del 16 de enero de 1844, cuando plantea: “Separación; Dios, Patria y libertad”; frase lapidaria, que seria, gloriosamente impresa en nuestro escudo nacional, para ondear orgullosamente, en el centro de nuestra bandera.

Estas son evidencias de la convicción cristiana de los forjadores de nuestra independencia y de la dominicanidad, ya forjada.

Estos aspectos lucen ausentes, en las motivaciones y orientación de los forjadores, de la independencia haitiana y mucho menos en el pueblo que le siguió y el que hoy le sobrevive. Dicho pueblo, aún sigue bajo la inspiración de su credo, el vudú; y del odio que les arengó, el capataz Boucman, la noche del 14 de Agosto del 1791.

El Haití sociocultural se expresa de la mano de Jacques Rumain, en “Los Gobernadores del Rocío”; el amor de Manuel, por su pueblo, su familia, la naturaleza y Annaise; por los que habría de morir; luchando contra el odio de Gervilen y el rencor de Bienaime; con ellos Delira, que se debate, entre el cristianismo y sus convicciones vudú.

Mientras en nuestro escudo, ondea el sonoro, motivador y amoroso: Dios patria y libertad; la biblia y la cruz, en muestra de amor.

El escudo haitiano, exhibe, como muestra de su carácter agresivo, depositario de odio y rencor; 6 lanzas coronando a igual número de banderas, lanzas libres, rifles con bayonetas, sables, hachas, cañones, municiones, y en el centro el tambor, que rememora, tanto al llamado a la guerra, como a su esencia vudú. Al pie de todo esto la inscripción: “L´ Union Fait la Force”; “La unión hace la fuerza”. No existe en esa simbología espacio para el amor.

Nuestro territorio fue varias veces víctima de ese odio y para la época, el medio utilizado era la invasión armada.

Para que lo recuerden, los activistas de los derechos humanos y los pro-haitianos, que quieren vivir de espaldas a la historia; hemos sido agredidos militarmente, ocho veces, por el pueblo haitiano en: 1801, con Tousaint Louverture, en 1805 con Jocobo Desalines, 1822 con Boyer, en 1844 con Charles Herard, en 1845 con Jean Louis Pierrot; finalmente en 1849, 1855 y 1856, con Faustino Souluque.

Hoy estamos ante una nueva agresión, ya no de tipo militar, pues las confrontaciones, del pasado y nuestro actual perfil, demuestran, que no tienen ninguna posibilidad.

El método de hoy, es la invasión pacifica; bajo la protección irresponsable de algunos sectores nacionales y países e instituciones; sobre los que pesa una gran deuda histórica con Haití.

Tal es el caso de: Venezuela; debido al apoyo dado desde Haití a Bolívar, en1816, Francia; por haber fracasado en los aspectos culturales de su proyecto colonizador, de 1697 a 1804, Estados Unidos; por haber recibido el apoyo haitiano, de 1816 a1826, cuando le atemorizaban los negros libertos, en su territorio; finalmente, la iglesia católica; por el cisma de 55 años al que sometió, al pueblo haitiano.

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