19/04/2024
Opinión

Escuela, familia y comunidad; nexos ineludibles (VIII)

Los referentes históricos, de la comunidad nacional, deben ser rescatados del amplio mercado bucanero que hace uso inadecuado, de sus testimonios. Las escuelas y comunidades; no deben callar, cuando se usa el nombre de los padres de la patria, para justificar un régimen de vida basado en el engaño y la mentira. Su silencio le hace cómplice, de tales villanías.

La iglesia, como parte esencial de la comunidad, no puede callar, ante el perverso uso de sus santos y símbolos, para justificar acciones interesadas; que afectan el normal funcionamiento de las vidas de los miembros de  su comunidad.

 Pero, lo que se debe esperar, no es un rechazo eventual, simbólico,  global y mediático; debe ser inmediato,  personal, público y legal.  Llamar al perpetrador, por su nombre; darle un trato como individuo, no como institución. Separarlo de la manada y atacarlo; como lo hacen los grandes cazadores salvajes, para evitar que se protejan, entre iguales.

Es que todo aquel cuestionado, sea llamado al arrepentimiento, en sus acciones, en caso de no  hacerlo, debe recibir la repulsa general, de la comunidad, representada en sus instituciones. 

Para el caso, quien ha de expresarse, es el capital social, con que cuanta la comunidad; escuelas, clubes, iglesias, juntas de vecinos, familias; cada una a través de las instituciones que las representan.

El arrepentimiento, en asunto de daños por perversión administrativa  o social, no puede quedar colgado en el tiempo; pues Dios, con el tiempo, perdonará, pero los daños provocados a la sociedad, son irreversibles. De eso muchos se han aprovechado y otros están tentados a hacerlo. Los hombres y mujeres, como herramientas, al servicio de Dios, deben hacer cumplir  las  cosas terrenales, en su justa medida. Ese es su papel. En caso contrario es un cómplice, de primera línea, tan culpable como el perpetrador.

Dios castigará en el cielo, pero nos entregó las orientaciones, para el bien hacer, en la vida terrenal; la Biblia y miles de tratados, inspirados en ella, son para este fin. También, nos facilitó las leyes para el castigo del mal hacer, aquí en la tierra. Si tenemos las orientaciones para vivir y estamos hechos a la semejanza de Dios, o sea que hay sabiduría en nosotros; ¿de qué le sirve el hombre a Dios, si dándoselo todo, no lo puede aplicar? o  ¿no lo quiere aplicar?

La revolución que ha de darse, hoy, contrario a la que se perseguía, décadas atrás, cuando la revolución socialista, cautivaba el pensamiento de la juventud de los 60, 70 y 80; no pretende cambiar las reglas del juego. Doblegados, al final la mayoría consentimos en vivir bajo el capitalismo y sus reglas. Lo que se busca, hoy es que todos respeten las reglas, que nos da el capitalismo. Más que todos, aquellos a los que se ha dado autoridad para administrarla. No respetar las reglas, es una provocación a que deseemos algo nuevo.

 Vienen a mis recuerdos, entre muchas sentencias, expresadas por un negro, analfabeto, nacido y criado en las lomas del Maniel, en San Cristóbal; Armando mateo, se llamaba, era mi abuelo materno; decía: Santiaguito, el que hizo las leyes, también hizo las trampas. Muchos años después de su desaparición física, entiendo lo que significaban sus expresiones; quería decir, que los que hacen las leyes, siempre buscan las formas de que estas, no les alcancen. Nada más perverso e inmoral; es una negación de las bondades del sistema.

Si ese razonamiento, era entendible para un hombre iletrado, ¿qué pasará hoy, en el tiempo del analfabetismo cero, de la revolución en la tecnología y las redes sociales? Sencillo; todo  sabemos cuál es el accionar de aquellos que le han quitado la venda a la justicia, para que le sea parcial. Solo que una buena parte de nosotros, está esperanzado en que le den una oportunidad, para hacerlo mal. La mayoría está siendo seducida, por el mal modelaje, porque no hay consecuencias. Ahí se esconde lo tenebroso de nuestro futuro.

¿Qué hacer, entonces? ¿Retomar la lucha en contra del capitalismo? No, es un camino ya intentado y los resultados no fueron sostenibles.

Escuelas, familias y comunidades; están obligadas a luchar por el cumplimiento de las reglas que proporciona el capitalismo; no permitir que los hacedores de las reglas, para el desarrollo de nuestras vidas, se sirvan de ellas, para hacer trampas.

Se requiere de un ejercicio sincero, valiente y sabio; que aísle al lobo de la manada, para poder cazarle.

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