La gatuna curiosidad de periodista que me acompaña se disparó cuando leí el modesto e impactante anuncio de un cuarto de página con fondo negro y letras invertidas en blanco: “Llegó el momento de conocer la verdad que Danilo Medina oculta”, decía.
La naturaleza de la convocatoria y la promesa implícita en toda su semántica eran para acudir a la cita a la hora indicada frente al televisor, 7:50 de noche del viernes, momento en que uno se despoja de la carga laboral, entra en relax y procura una cierta desconexión.
Si bien el viernes por la noche supone la ruptura de la cadena de opinión que opera en el país a través de una abundancia casi selvática de programas vinculados a la actualidad, el momento confiere cierto poder intimista para llegar a la gente que bota el golpe en su casa o que se prepara para el disfrute callejero.
Durante el día procuré afanosamente sin resultados información sobre el anuncio del Partido Revolucionario Moderno (PRM).
La ansiedad me invadía. Llegué temprano a casa; me despojé de la pesada indumentaria que imponen los esquemas corporativos e instituciones y me duché. Eché mano a unos boxer viejitos, suaves, con olor a lavanda y a una camiseta desmangada.
Limonada de agua con gas y azúcar splenda en manos –y la promesa de mi sobrina de prepararme un pisco sour minutos después- me acomodé en el estudio y activé con premura la pantalla en la que no apareció la esperada revelación del PRM.
Con mucho mayor interés en conocer la revelación, pensé –luego de leer que los canales de televisión rehusaron transmitirla- que debía ser altamente estremecedora, un escándalo real que echaría abajo los cimientos de la democracia, quizás creando un estado de sitio, la renuncia forzoza del presidente y hasta el suicidio de algunos funcionarios.
Finalmente, hallé la revelación en las redes sociales. Un videito de diez minutos, probremente editado, que aburre al primer minuto, narrado por una voz altisonante y destemplada, un verdadero fiambre inmerecedor de censura, con cosas que todos hemos oído, contemplado y que han estado expuestas abundantemente en los medios ordinarios. Entonces supe que había vivido el viernes del ciudadano ingenuo y pendejo.
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