25/04/2024
Opinión

Tras las huellas de Antonio de Osorio (parte IV)

La colonia francesa de Santo Domingo inició su apropiación del territorio, con las incursiones, en esos momentos ilegales, de los corsarios, aventureros y comerciantes asentados en la isla Tortuga. Estos, sumados a las operaciones de bucaneros y habitantes, cuyos asentamientos en la parte oeste de la isla tenían carácter de permanencia, crearon las condiciones materiales, para el surgimiento de la colonia.

Lo que en principio constituyó un asedio, para los habitantes de la parte española llegó a constituirse en un atractivo, para los comerciantes y los hateros; de ahí la resistencia de Hernando de Montoro y sus seguidores, a ser trasladados a la cercanía de la ciudad de Santo Domingo.

Igual lo evidencia la Rebelión de los Capitanes, en 1718. Luego veríamos como, entre las causas que impulsan, a la guerra de la Reconquista, “la prohibición del comercio con Haití” estaba a la cabeza, del pliego de razones.

El desarrollo económico alcanzado por la población asentada en la parte oeste de la isla, a 91 años transcurridos desde Las Devastaciones, no solo deslumbró a los comerciantes y hateros de la parte este; también lo hizo con la monarquía francesa quienes, apropiadamente, ven una oportunidad de riqueza, en asumir la gerencia del proceso productivo en el territorio, que luego paso a ser su colonia, para esto, fuerzan a España a incluir la cesión de esa parte del territorio, a Francia, en la paz de Rijswijk de 1697.

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Establecidos los franceses oficialmente en la parte oeste de la isla, mediante este tratado, pusieron en funcionamiento un proceso productivo, apalancado en el conocimiento adquirido del proceso capitalista de producción; solo que en el modelo aplicado en Haití, el obrero era un esclavo, al que no se debía ningún tipo de remuneración económica ni social.

Así no podía ser otra cosa que asombrosamente rica y productiva, desde el punto de vista económico.

La intensión de la monarquía francesa, era establecer un régimen sociocultural semejante al ejecutado por España, en su colonia. Esto no fue posible, entre otras razones, porque:

–Cuando Francia decide oficializar su control del proceso, ya este cumplía 91 años y estaba establecido, con su mezcla de los modos de producción capitalista y esclavista.

–El alto número de esclavos de diferentes regiones, con sus dialectos propios, desbordaba las posibilidades de encausar el proceso cultural.

–La limitada esperanza de vida de los esclavos obligaba a la constante reposición del inventario, lo que dificultaba la aclimatación de los individuos importados desde África.

–Se había desarrollado en Haití un dialecto surtido de los dialectos africanos, con base en el francés (el creole), por la necesidad que tenían los capataces, de transmitir las órdenes y las señoras para orientar al servicio del hogar.

–Las exigencias de esa producción intensiva, capitalista, no permitía que el obrero, que era un esclavo, sin importar edad ni sexo, se apartara del trabajo para ninguna otra actividad.

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Era imposible poner en ejecución los proyectos de la iglesia católica francesa, en cuanto al idioma, la educación y la religión, sin que esto fuera en perjuicio, de la producción.

Se impuso el interés económico, por encima del desarrollo sociocultural. Al final la historia cobraría con creces este error a los inversionistas franceses, que perdieron vidas y bienes, a la iglesia católica, que no pudo desarrollar su labor pastoral, y más que a todos al Haití de hoy, que como consecuencia de esto vive sumido en la extrema pobreza.

El trabajo pastoral y educativo de la iglesia católica francesa, representada por dominicos, carmelitas, capuchinos y jesuitas, en el inicio de la institucionalización de la colonia se circunscribió a los hombres libres existentes en la colonia, habilitando espacios separados, para los blancos y los libres de color.

En un esfuerzo por democratizar y aumentar su cobertura, en el trabajo pastoral y educativo, se formó a varios negros libertos, como sacerdotes. Estos fueron rechazados, por los propios negros, en el entendido de que solo los blancos, podían comunicar la palabra de Dios, teniendo la iglesia que enviarles a predicar a África.

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En teoría el catolicismo orientaba el proceso sociocultural de la colonia y sus habitantes, pero solo alcanzaba a un 5% de la población, esto cuando la labor del clero no afectara los intereses de los colonos.

El restante 95%, de la población, vivía abrazada al vudú, al que integraron algunos santos católicos. De esta parte de la población, extrayendo al 7%, que constituían los mulatos y negros libertos; el 88% no tenía formas de acceso a la educación y la religión oficial.

Su educación dependía de lo que pudiese aprender en el hogar. Sobre religión, el vudú y sobre la lengua, el creole.

Los desacuerdos, en cuanto a los intereses de la iglesia católica y los colonos culminó, con la expulsión de los sacerdotes jesuitas, de la colonia francesa de Santo Domingo en 1764.

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