28/03/2024
Opinión

Policía Nacional y comunidades, estrechando lazos; por el orden colectivo en RD

Diseñado un esquema, que elimine de manera definitiva, las históricas malquerencias, existentes, entre las comunidades carenciadas y la policía nacional, podríamos estar al umbral de una paz y orden colectivo, en toda la República Dominicana.

Siempre partiendo del ya señalado cambio en el accionar policial, que a su vez provocaría una transformación en la imagen, que de esta, tienen la comunidades. Estaríamos inaugurando, un periodo de cooperaciones, entre comunidades y policía, de niveles insospechados.

Solo pensar que lleguemos al deseado escenario en el que el policía, no vea en todos los habitantes de las comunidades carenciadas, a “un delincuente, en potencia” y que los habitantes de esas comunidades no vean, en todo policía a “un abusador, armado, uniformado y con carta blanca, para decidir el destino del ciudadano o sus bienes”.

La policía nacional, junto a las organizaciones comunitarias, habrán de llegar a la conclusión, de que, aunque existe la espina delictiva, tanto en la policía, como en la comunidades; más del 97%, en términos aproximados, de los componentes de ambas entidades, es gente buena y respetable.

No es justo que un 3%, aproximadamente, de ambas totalidades pueda inducir la conducta de rechazo, que mantiene distanciados a estas dos entidades sociales.

Este no es un fenómeno, que se verifica solo entre comunidades y policía; realmente se verifica entre los miembros de una misma comunidad; de tal manera que si preguntara, individualmente, a cada uno, sobre la confiabilidad de los habitantes de su entorno; registraría respuestas, de: “no estoy seguro”,” opiniones reservadas” y “presunciones de delincuencia”, entre un 20 a 25%. Lo mismo ocurriría, entre los miembros de la policía, si pudiesen opinar, libremente.

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Es señal, de que la confianza luce ausente, en nuestras relaciones, aun dentro de nuestros propios grupos de relacionados, inmediatos. Es imposible desarrollar un esquema de orden, sin que tengamos la confianza que nos permita diferenciar y agrupar a los confiables y los que no lo son.

Necesitamos, urgentemente, que se definan y difundan las razones positivas, valores, que debemos conocer, para confiar, en nuestros vecinos. De igual manera habría que hacerlo con las razones negativas, anti valores, que nos llevan a desconfiar.

Lo que no es posible es que vivamos en una esquizofrenia colectiva, que nos lleva a desconfiar de todos, mientras nos aniquila una parte, muy reducida. Es urgente que se caracterice, diferencie y separe a la parte dañada; para poder unificar, al todo, sano que compone a las comunidades.

Sobre ese aspecto deben trabajar, juntos, policías y comunidades, con un solo objetivo: el crecimiento del todo, que es la comunidad, a costa de la disminución de la parte que es la delincuencia.

Queda claro, entonces, que de lo que se trata, es de la construcción o el restablecimiento de la confianza colectiva. Tal condición, no es decretable, no es inyectable, ni se construye con la fuerza; es un cultivo, que tiene como base un cambio, en nuestros modelos de actuación y visualización de valores, tanto individuales, como institucionales.

Sin dudas, la razón del distanciamiento y falta de confianza, radica en que; no nos hemos conocido, no hemos puesto sobre la mesa, nuestros derechos, deberes y una escala de valores, en pos de ser recuperados; no hemos planteado los beneficios de colaboración mutua; no hemos marcado los límites de actuación de cada uno, no hemos hecho un pacto, sincero con la verdad.

De haber sido así, no hubiera comunidades dando cobijo a delincuentes, ni hubiera policías faltando al deber, en sus funciones.

Es tiempo, entonces, de que todos los ciudadanos, vayamos a un pacto, donde nos constituyamos en vigilantes del orden y las buenas prácticas, tanto cuando estamos en las comunidades, siendo civiles; como cuando nos separamos de ellas, para servirle como funcionarios públicos o policías.

Nuestras actitudes, como ciudadanos, son las que determina el destino y la orientación, del trabajo o servicio policial.

La academia, debe borrar de sus objetivos, la idea de que, el egresado es un ser superior, colocado en la cúspides, de una línea vertical, desde la cual, ve a los demás ciudadanos, como un despreciable “civil” y que él se vea, a si; como el dueño de toda razón, un sami Dios intocable y poderoso.

El objetivo debe ser que el egresado, se coloque, en una línea horizontal, con los demás ciudadanos, para desde ahí, contribuir, a que el desarrollo no se vea afectado por el desorden, en cualquier forma, en que este se manifieste. El policía debe recordar, en cada momento, “a quien sirve”; tanto el, como el que le ordena.

El policía debe ser la versión, mas aproximada, a un superhéroe; aquel que siempre está al lado de la buena causa; siempre para ayudar, nunca para hacer provecho de su posición, ni para facilitar que otros lo hagan.

Un cuerpo policial así, puede tener la seguridad, de que cuenta; con la aprobación, apoyo y colaboración de todas las comunidades, de la RD.

Para que todo esto, pierda el sabor de la utopía, debemos contar con una sobria y equilibrada administración del poder político; que ésta se vista de una actuación; apegada a la verdad, la justicia, el buen juicio y la vocación de servicios.

Así, se ayudará, a romper con la predisposición y rechazo, existentes, entre ciudadanos de la población civil y los ciudadanos uniformados, en este caso los policías.

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