19/04/2024
Cine

Moonlight: intimista y conmovedora

Moonlight, la cual recién ganó el Oscar a la mejor película, es una sobria, delicada y estupendamente bien actuada crónica sobre los avatares de un niño negro en un barrio pobre de Miami, y su lucha por, a medida que se desarrolla en medio del acoso escolar, las drogas y la incomprensión de su madre, definir su propia identidad sexual.

Por lo tanto, y tomando en cuenta además, que la producción concitó el aplauso delirante, a uno y otro lado del Atlántico, nadie osaría decir con propiedad que se trata de una fallida o decepcionante película.

La historia es intimista, conmovedora, profundamente trágica –sin que haya violencia de por medio, pero sí un pesado fardo psicológico que sólo al cierre encuentra una vía de escape –y el film en general es áspero y su estilo narrativo más bien grisáceo y parco, pese a la brillantez de su fotografía.

Ahora bien, una cosa es reconocer los valores del conflictivo y tortuoso recorrido de Chiron, interpretado por tres actores, desde su niñez hasta su temprana madurez, y otra muy distinta, decir que en el trayecto nos hemos emocionado o divertido con el mismo.

Este relato, cuyo guión es del propio director Barry Jenkins, basado en una sucinta y poco ortodoxa pieza teatral escrita como un proyecto universitario, por Tarell Alvin McCraney –nunca fue publicada ni tampoco llevada a escena –es agreste y despoblada, y transpira una atmósfera pesada, cargada de una repetitiva cotidianidad de la que no hay escape, y de un estado de abstracción casi palpable.

Es por esto que uno tiene que dar crédito al director Jenkins, quien no sólo dio forma, rostro y entidad a una historia un tanto dispersa e inconclusa, sino sobre todo, creó un film con una textura visual y un pulso narrativo que golpea fuerte al espectador. Asimismo, el sentido lírico y opresivo del film –en el que los diálogos no abundan y el ritmo avanza con calculada parsimonia– es casi insoportable.

En esta imagen difundida por A24 muiestra a Alex Hibbert y Mahershala Ali en una escena de «Moonlight». Foto: David Bornfriend/A24.

En otras palabras, el tono narrativo de Moonlight es tan seco, árido y directo, y está imbuido además de una perspectiva tan contemplativa y reflexiva que uno difícilmente encuentre deleite en él, o al menos, no de acuerdo a los estándares de diversión comúnmente aceptados.

No obstante, esto de todas maneras no le resta méritos a la película, y por el contrario, resalta la integridad, compromiso y valentía del realizador Jenkins. Pone en evidencia también, por supuesto, el gran talento de este joven director, tanto en la puesta en escena de una producción compacta, austera y madura, como en la fina y convincente labor del elenco del film.

Precisamente, el conjunto de formidables actuaciones de los tres actores que dan vida a Chiron, en sus diferentes etapas, Alex R. Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes, así como Mahershala Ali y Naomie Harris, en unos roles más pequeños, pero igualmente efectivos; son el principal valor o activo dela película.

Hay uno que otro aspecto con los que uno no está de acuerdo, el inocultable sustrato teatral del relato, planteado a tres actos para más señas, la musicalización de algunas situaciones lucen fueran de lugar y la forma como se revela el destino de Juan, una especie de figura paternal para Chiron, así como el impacto que esto debió tener en él, lo cual es también pasado por alto.

De cualquier modo, y con premio o sin él, es innegable que Moonlight deja sus huellas en el espectador que arribe a su conclusión. Si quedará satisfecho o no con el film, ya eso es otra historia.

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