29/03/2024
Opinión

La ley de partidos: negarse a sí mismos

Al iniciar su trabajo pastoral, luego de explicar quién era, cuál era su misión y como lo haría Cristo, hizo la siguiente invitación, a los que habrían de ser sus primeros discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”. (Lucas. 9:23).

En su invitación dejaba claro dos cosas. La primera, «negarse a sí mismo”, era que para seguirle no podía seguir siendo el hombre o mujer que antes de su encuentro, había sido que debía negar ese pasado que su desconocimiento o malos hábitos, le habían hecho sellar en su vida.

Lo segundo, “cargar su cruz cada día”, está referido a que aun negándose a sí mismo, seguiría sus pasos como un pecador que declaró arrepentimiento, pero que aún es presa de las asechanzas de esas debilidades, que antes le esclavizaron. Esa es la cruz que cada uno habrá de cargar; la contaminación que dejaron los malos hábitos, que antes eran dueños de sus vidas.

Es una situación difícil de encarar, es un gran sacrificio, desde la óptica del arrepentido, pero es el único camino a la salvación, el otro camino nos lleva a la extinción total. Es una señal, clara, de que se agotó el espacio para la acumulación de nuevas maldades.

La ley de partidos políticos, tan manoseada, esquivada y tan deseada, por la población, nos presenta esa imagen, todos saben que es la única salvación, pero también saben que para hacerla posible, los actores que la tienen en sus manos, tendrían que negarse a sí mismos, abjurando de su larga historia de engaños, trampas y manipulaciones.

La cruz con la que habrán de cargar es la necesaria autocrítica sobre sus hechos pasados y aceptar con arrepentimiento, que en sus trayectorias, violaron o cambiaron, lo acordado y que conspiraron, contra las normas de sus organizaciones y contra sus compañeros. Es soportar las críticas de estos compañeros y declarar un jamás.

Estamos conscientes de que para algunos, eso no es posible, antes prefieren la disolución total de las organizaciones, a que pertenecen. Algunas ya lo hicieron o han avanzado mucho en ese proceso.

De una cosa han de estar todos bien seguros: si reconocemos que la República Dominicana ha experimentado un notable desarrollo material, entiendan que también hemos experimentado un apuntalado desarrollo espiritual, en la misma proporción o quizás un poco más. Estén seguros de que aprendimos a contar.

Es posible que algunos, de los responsables, que se hacen sabios endilgando brutalidad a los demás, en su analfabetismo, en cuanto al valor de la historia, no lo entiendan, pero una buena parte lo hace. La mentalidad de hoy, no es la de hace 40 años. Por tal razón no puedes hacer lo mismo, del pasado, sin que alguien salga afectado.

El personaje con el título de “político”, de que dispone hoy, salvo raras excepciones, la percepción general, lo califica como una figura; capaz de mentir, en cuanto a todo, en provecho de sí. Aquel que no inspira la confianza ni de sus más cercanos colaboradores. Audaz, despiadado, arrogante y distante de la vergüenza.

Con gran capacidad, para generar empatía y formar grupos, a su alrededor, en los que predominan los expertos en malas artes, excelentes manejadores del oficio clientelar, gran capacidad para infundir miedo, hacia aquellos que le desaprueban en sus conductas viciosas; dueños del vicio de la retaliación, el chisme, apologistas premiables, amorosos del culto personal, en su discurso niega a Trujillo, pero en la administración pública es un jefe y en su casa está criando a Ranfis, amigo de lo ajeno y dueño de la magia de trastocarlo todo, hasta llevarlo a su favor.

Se percibe que es una persona, en que la verdad no es un valor, sino una circunstancia.

Ese conjunto conductual, que hace poco tiempo adornaba a un reducido grupo de personas, se ha expandido, llegando a afectar a dirigentes, otrora valiosos, a lo interno de sus organizaciones, todos atraídos por el secreto maldito, de los indebidos beneficios, producidos por el mal ejercicio, de la política.

Confucio afirma: “Quien se controla a sí mismo no tendrá dificultad alguna, para gobernar con eficacia, al que no sabe gobernarse a sí mismo le resultaría imposible ordenar la conducta de los demás hombres».

No existe forma de que puedas hacer un mal ejercicio, de la política, sin que seas emulado por tu entorno, el resultado de ese ejercicio se llama desastre.

El laboratorio donde un país y las organizaciones de control, ven a sus líderes ensayar su obra de gobierno, a favor del Estado, son los partidos. Lo que se hace en los partidos, se hará en el gobierno, pero en mayor escala, por el poder que este otorga.

Culpable, la sociedad por no haber quebrado a tiempo los modelos negativos por no haber castigado de manera ejemplificadora a los que han desairado la confianza de los partidos y del Estado.

Por esa ruta hemos avanzamos de manera acelerada y hoy estamos a la puerta de la disolución de nuestras organizaciones políticas y en una terrible crisis de confianza.

La tabla de salvación a la vista, es la ley de partidos. Dos caminos quedan abiertos, para las organizaciones: se aferran a ella y generan una buena ley, con un nunca más al bandidaje; rehabilitando la confianza y la credibilidad en las instituciones políticas; o se construyen una buena patente de corso, que le confiera el permiso para acelerar su auto aniquilación.

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