20/04/2024
Cine

Eddie the Eagle: Convencional, pero con encanto

Eddie the Eagle es una película menor o clase B, entendiéndose que el término ‘menor’ se refiere a aquel tipo de film de bajo presupuesto, con una historia simple, con frecuencia plena de convencionalismos y cuya mayor aspiración es la de entretener a la audiencia de forma llana y sin rebuscamientos ni complejidades de ninguna índole.

¿Consigue la película alcanzar su objetivo? Uno tiene que admitir que sí aunque en definitiva no haya nada nuevo que valorar ni misterios que desvelar.

Al menos el personaje central tiene carisma y el hecho de que se trata de un individuo con ciertas y obvias vulnerabilidades contribuye a que el público, sin mucho esfuerzo, se identifique con él.

La historia está basada en hechos reales, pero pueden tener la seguridad de que la mayor parte de lo que verán aquí es pura ficción. Esto es lo que se podría llamar con propiedad un relato motivacional o inspiracional, al estilo de la película Rudy de 1993, que por cierto, también estaba basada en una historia real.

En 1988 y durante los Juegos Olímpicos de invierno en Calgary, Canadá; Michael Edwards, el único británico para entonces interesado en practicar el salto de esquí, vio su sueño hecho realidad cuando representó a su país en dicho certamen.

Eddie the Eagle.

Eddie the Eagle.

Edwards, o ‘Eddie the Eagle’ (Eddie, el águila), como la prensa decidió llamarle, se hizo célebre durante la competencia no por los triunfos alcanzados, pero si por su pintoresca estampa, y por la mezcla de inocencia, determinación y desfachatez que exhibía en su empeño por competir.

El film es genérico, maniqueista –aunque no hay un villano a quien odiar– y repleto de clichés. Sin embargo, pese a que todo esto no deja de restarle méritos a la película, de algún modo es lo que al mismo tiempo hace sentir al film reconfortante y con cierto encanto.

Po supuesto, también la entusiasta y comprometida actuación de Taron Egerton en el personaje central, contribuye decididamente a conectar con el público y despertar ese sentimiento de simpatía hacia el film que queda al terminar la proyección.

Aquí lo que importa no son los hechos reales, y tanto los guionistas Sean Macaulay y Simon Kelton, como el director Dexter Fletcher se percataron muy bien de ello. Es por eso que el tono del film es esencialmente ligero y distendido, lo que evidencia además que el realizador Fletcher no se tomó la historia demasiado en serio.

Por enésima vez este es el triunfo de la voluntad y la perseverancia contra la adversidad, aderezado con un toque de humor lo que le proporciona un sentido un tanto diferente.

Porque después de todo, ¿qué es lo que cuenta al final? ¿Habrá otra mejor recompensa que la travesía misma?

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