28/03/2024
Cine

«Colao»: entre aplausos y risas

Sería casi un sacrilegio decir que Colao, en la que actúan dos de los comediantes dominicanos más populares y exitosos de los últimos 20 años, Miguel Céspedes y Raymond Pozo, y además, el reconocido actor Manny Pérez, y la talentosa y bonita Nashla Bogaert; no es una película divertida.

De hecho, si lo es. Pero este es un sí un tanto condicional. La película será bastante o mucho menos divertida, dependiendo de qué tanto se identifique o no el espectador con los dominicanos.

‘Colao’ ha sido un éxito rotundo en República Dominicana, lo cual valida y refuerza la visión y el trabajo de los realizadores. ¿Ahora bien, dado que aborda un tema universal, podrá serlo también fuera de ese contorno? Aquí es donde afloran las dudas.

Como comedia romántica, naturalmente, el tema central de su simple historia es el amor, y maneja además, aspectos tan interesantes como la honestidad y la sencillez. Sin embargo, con la excepción de los dos principales personajes (Antonio y Laura) que son, por cierto, los que menos diálogos tienen en el filme, ‘Colao’ adolece de dos elementos claves: espontaneidad y fluidez narrativa.

Debido a ello, la narración no solo se siente apresurada, cual si estuviera siguiendo la dramaturgia de otro medio, y no la del cine, sino sobre todo forzada.

En ese sentido, los diálogos de todo aquel que no sea Bogaert o Pérez no fluyen de forma orgánica, y por el contrario, se sienten mecánicos, ásperos y lo que es aun peor, compuestos a base de frases hechas dirigidas esencialmente a encandilar al público.

Esto último es particularmente notorio tanto en los casos de Céspedes y Pozo, como en el de la veterana actriz Ana María Arias. Hay uno que otros caracteres incluso, que sólo pasan frente a la cámara para soltar un chiste -o un ‘buscapié’ (en la jerga del patio)- que provoque la carcajada. “Oye Antonio, guaya la yuca ahora para que después te coma el casabe”.

‘Colao’ es una película modesta, digna y plena de buenas intenciones. Su mejor valor o el más resplandeciente, en el plano técnico, y sin que ello represente menosprecio alguno de la eficiente labor del debutante director Frank Perozo, es la excelente fotografía de Juan Carlos Gómez. En ella, al tiempo que se resalta muy bien la belleza de Bogaert, también se refleja el imponente sentido de una ciudad ‘enorme’ a la que no se conoce.

Este es el relato del campesino bonachón y sin malicias, que ya sobrepasado los 30, se traslada del campo a la ciudad, y sin más, es decir, sin contratiempos ni calamidades, se enamora de la primera y hermosa joven en quien pone sus ojos encima. El relato no es un cuento de hadas, pero por supuesto, luce estar muy cerca de allí.

Y así, entre aplausos y risas, porque es importante resaltar que el romance entre Antonio y Laura transcurre dentro del marco del humor físico que proporciona a cada instante el tándem compuesto por Céspedes y Pozo, en ocasiones con estos dirigiéndose directamente a la cámara, o más bien al público; transcurre un film cuya excesiva ‘dominicanidad’ es su gloria y su fracaso.

La actriz Bogaert hace el papel de una dama educada y profesional, cuyo estatus se refleja en el vestir, en su forma de conducirse, y en su modo de expresarse. Ella es, por cierto, quien tiene los mejores y más depurados diálogos, no solamente entre las mujeres, sino entre todos los actores.

Por otro lado, y vista desde un punto de vista cercano y personal, uno podría decir que el mayor defecto de ‘Colao’ lo representa la ausencia de silencios que hay en su trama. La película es corta, lo cual se agradece e indudablemente beneficia al film, pero sus diálogos en cambio son en su mayor parte, copiosos y estridentes. Y cuando estos no están presentes, entonces la rítmica música, que es en la película casi imparable, simplemente no da tregua -para beneplácito de la mayoría debo admitir.

En definitiva, Colao constituye un prometedor trabajo del director Perozo y su equipo de colaboradores. El mejor ‘gag’ o chiste visual es aquél incidente con la maleta de Antonio casi al inicio del film. El mismo sorprendente y desarma al espectador con su sentido de hilaridad.

La película seria mucho mejor si el origen de su humor estuviera basado en situaciones como esta. Es decir, si fuera mayormente visual, y no físico o hablado.

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