28/03/2024
Opinión

Murallas defensivas de nuestra población joven (II)

El deporte como posibilitador de actividades supervisadas; es el transmisor por excelencia de una conducta disciplinada, siempre que logremos extender esta conducta, del campo de practica a la vida cotidiana; siendo este el fin primordial del deporte aficionado. Disciplinar mente y cuerpo, para vivir alejados de los vicios y el desorden; “mente sana en cuerpo sano”.

Todo vínculo de nuestra población joven, con una disciplina deportiva se constituye en una muralla defensiva que aleja a nuestros hijos de la contaminación, tanto del ambiente, como de las redes sociales y la televisión. Además, asegura que nuestros hijos se compenetren, con individuos de igual escala de valores y puedan modelar en su comunidad una conducta digna de ser imitada.

De ahí la necesidad, de que la familia declare de alta prioridad, el hecho de que los miembros, menores de esta, empleen el tiempo, fuera de casa, de aulas, o de la iglesia; en la práctica de un deporte, organizado y supervisado por personal competente. De no cumplirse estas dos últimas condiciones, estaríamos desarrollando grandes montañas de músculos bien organizados o quizás bellas esculturas; pero vacios de disciplina y valores, seres mentalmente inanimados, presas fáciles de los vicios y las inconductas.

Para algunas familias, estas actividades, son espontáneas y de rutina; se impone la afición del o los padres. El hijo o hija es inducido(a) a una práctica deportiva, porque esta es del gusto de la familia, sin que en esta decisión influyan otros fines. Hoy se impone la necesidad de una práctica deportiva, como forma de educar y proteger a nuestros hijos, de las diversas amenazas que les acechan.

Para este tiempo debemos pasar de lo espontaneo y rutinario a lo obligatorio y compulsivo; por el interés de ejercer control sobre esa parte de la población; Por un asunto de salud familiar, debemos legislar en cuanto a; “la obligatoriedad de la práctica de una disciplina deportiva, para los(as) niños(as) y jóvenes cuyas edades estén entre los 6 y 18 años de edad, salvo una condición clínica que lo impida”.

“La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzara a su madre” (Proverbios 29:15)

“Corrige a tu hijo y te dará descanso y dará alegría a tu alma” (Proverbios 29:17)

“La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de el” (Proverbios 22:15)

El llamado a la corrección, no alude al maltrato, al ataque a la carne del niño, que es nuestra propia carne; es el ataque a la conducta necia que se aloja en su corazón y que por naturaleza, acompaña al niño. La vara no va dirigida al cuerpo, porque este no está torcido; va a la mente que si lo está, entonces no es un asunto de fuerza, es un asunto de sabiduría.

La vara solo indica hacia dónde ir, tal cual lo hace el director de una orquesta.

Torpe es aquel que pretende cambiar una conducta o un corazón endurecido por la maldad; golpeando al cuerpo. Una vida no le sería suficiente, para lograr su objetivo. La vara que golpea al cuerpo solo surte efecto, mientras existe o actúa físicamente, la que golpea la mente produce cambios mas allá de la vida física, aún y cuando esta deje de golpear.

En este sentido, nuestro papel de padres y madres, va acorde con el legislador, cuando crea la ley de protección al menor, contra el maltrato, sabiendo que este no cambiara al niño. Aunque esto, no nos lo hayan explicado, como familia, hasta lograr el aprendizaje. Ahora es el tiempo, hagámoslo.

El ejercicio de sabiduría, inicia con la detección de los recursos de que disponemos, los padres para hacer frente al desafío de manejar de manera eficiente, el tiempo libre de nuestros hijos. De seguro el deporte organizado es uno de ellos.

Las ventajas son múltiples, siendo las más importantes, además de la diversión; el monitoreo de la salud física y a la vez descartar el uso de sustancias prohibidas, la adopción de una disciplina atlética, que les enseña a obedecer órdenes sin cuestionar, que les aleja de los vicios, y otorga el beneficio de estar acompañados la mayor parte de su tiempo, de personas que comparten el mismo marco de intereses y objetivos de vida, a corto y largo plazo.

Una parte importante de la población joven ya excedido los 15 años; confundiendo la asistencia al gimnasio, con la práctica deportiva se refugia en estos, en busca del desarrollo muscular que le permita exhibir una imagen visual escultórica. No alcanzan a entender que allí se construyen formas, no contenidos, siendo este último, el más importante.

De allí puede salir una bien acomodada masa muscular; pero la parte formativa es nula. “De pronto podemos ser deslumbrado por un gran trasatlántico que funciona, con el sistema de mando que corresponde a una patineta”

Tal cosa no ocurre, en la práctica de los deportes organizados, allí se combina lo físico con lo socioeducativo y cultural, siendo estos últimos los fundamentales.

Se puede asegurar, que la familia, en su lucha por su recuperación cuenta con tres murallas defensivas, que actúan de manera unificada a su favor; la escuela, la iglesia y el deporte. Si alguna de ella falta en la agenda formativa, nuestros resultados como padres, no son prometedores.

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