16/04/2024
Cine

«Darkest Hour»: Un ejercicio de actuación

Darkest Hour es un ejercicio de actuación, y como tal es un film concebido para una minoría que a plenitud se identifica con él. Pero este no es, sin embargo, el único aspecto que define y determina la producción.

Como drama histórico que narra unos hechos acaecidos unos 80 años atrás, la película por demás recoge un momento de la vida de un personaje complejo, controversial y contradictorio que en aquella coyuntura especial –los albores de la Segunda Guerra Mundial– no gozaba precisamente de muy buena estima en los círculos de poder en Londres, y con el cual, a simple y primera vista era casi imposible simpatizar.

Esa es la reacción natural de la nueva secretaria de Winston Churchill, Elizabeth Layton, al primer exabrupto del funcionario. Este, que es tal vez un personaje de ficción, interpretado con convicción por la actriz Lily James, sirve muy bien a los propósitos del director, como pie de amigo o muletilla, que calmadamente contiene, a veces orienta y pone en perspectiva los impulsos y arrebatos del político.

Este personaje, en ese sentido, forma un complemente perfecto con el rol que juega la esposa de Churchill, Clemmie, en términos de redefinir propósitos y fortalezas. “Tu eres fuerte porque eres imperfecto”, le dice ella en un momento de duda.

Hay una clara analogía, por cierto, entre el personaje de Elizabeth y el espectador que va de una reacción inicial de desaprobación, asombro y hasta rechazo, al aplauso delirante.

Darkest Hour no es una biografía fílmica sobre Winston Churchill ni siquiera en el más remoto sentido del término.

La historia es bien simple y lineal. En esencia es una crónica del repentino ascenso de Winston Churchill como primer ministro del gobierno inglés, y consecuentemente, de la lucha interna librada por éste, en el seno de su propio gabinete, para acometer con éxito su primera gran responsabilidad: rescatar más de 300 mil soldados aliados que se encontraban a merced de los Nazis en la playa de Dunkirk.

Ahora bien, todo eso transcurre a la distancia y fuera de cámara, y por ello, en lo que el film se concentra es en retratar las virtudes y defectos de un hombre –parecen ser más los últimos que los primeros– de explosivo temperamento y muy dado a los excesos que, sin embargo, supo elevarse por encima de las circunstancias del momento.

Dirigida por Joe Wright –The King’s Speech– el Churchill que dibuja el estupendo guión escrito por Anthony McCarten es uno en el que a la seriedad y rigor con la que asume su destino de ser la voz y el líder que alineara a Inglaterra contra la poderosa maquinaria Nazi, se agrega además el perfil de un hombre con su eterno cigarro cubano y su sombrero de copa que se siente en su ambiente entre los tejemanejes de la política, el desafío intelectual de convencer en base al poder de la oratoria y la responsabilidad moral de saber que la vida de millones de ciudadanos ingleses depende de lo que el gobierno imperiosamente haga o deje de hacer.

Y en ese sentido, uno indiscutiblemente tiene que aplaudir la caracterización de Gary Oldman. El no es el primer actor que personifica a Churchill, pero él innegablemente cautiva y asume el rol como si hubiese nacido para interpretarlo. Está claro que se divirtió con el mismo, y lo afronta con una pasión y determinación que hace que el actor se pierde no entre el maquillaje que físicamente lo acerca al personaje, sino sobre todo dentro del carisma que proyecta, sus ademanes, su caminar y hasta en el hablar.

Formidable interpretación de Oldman, quien sin duda alguna ganará el Oscar, y además excelente fotografía con su tono de cine clásico de Bruno Delbonnel. Notable es también la dinámica música de Dario Marianelli.

Aunque fuera del film, un aspecto interesante sobre Darkest Hour es el hecho de que coincidencialmente la película ha venido a complementar la estupenda Dunkirk, y para mayor similitud ambas están en competición por el Oscar a la mejor película.

Tanto una como la otra cubren exactamente el mismo período o acción, pero desde distintos puntos de vista. El film de Christopher Nolan apela a un tratamiento más popular, pero al mismo tiempo, más cinematográfico, y se enfoca en la evacuación de las tropas aliadas de las playas de Dunkirk.

La película del director Wright, en cambio, está revestida de un tono más bien literario y teatral y se concentra en la lucha de poder y las dificultades políticas afrontadas por Churchill que culminaron con el ordenamiento de aquella operación de rescate y su famoso discurso de “nunca nos rendiremos”.

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